www.paquebote.com > Francisco Gracia Alonso
El Ejército de la Monarquía Hispánica constituyó el principal instrumento para la consolidación del Imperio español, y también el factor determinante para retrasar su decadencia, un objetivo conseguido a costa de sucesivas bancarrotas y del abandono de la construcción de estructuras sociales y económicas que permitieran consolidar el futuro del reino. Tras su papel determinante en la Guerra de la Independencia, el Ejército se convirtió en un actor político capaz de derribar reyes o de instaurarlos, de apoyar cambios de régimen e influir en la política de los gobiernos moderados o liberales. Agitando el espantajo de la fuerza, logró imponer al Estado unos determinados principios basados en una ideología militar que giraba alrededor de la particular interpretación de las ideas de honor, nación y patria. Las estructuras sobredimensionadas del Ejército y de la Marina, y cuatro guerras civiles durante el siglo XIX, además de una veintena de asonadas, carcomieron hasta el tuétano los recursos del Estado y lastraron el progreso del país, distanciándolo de los Estados europeos para apuntalar un imperio y sistema político caducos. El proceso se agravó durante la siguiente centuria, marcada por las guerras coloniales, dos dictaduras y una Guerra Civil, que definieron al Ejército como garante del poder, a costa de mantener un modelo atrasado, impropio y sobredimensionado que desangraba más aún si cabe los recursos del Estado. Durante la transición política hacia un nuevo modelo de Estado se produjo una dicotomía entre el pasado y la renovación conceptual e ideológica, pero sin que se llevase a cabo un debate profundo sobre el papel de las Fuerzas Armadas en la sociedad actual, que transitaron desde el golpismo de finales del siglo pasado al creciente militarismo contemporáneo, azuzado por las crisis internacionales y el rearme ideológico conservador. Unos factores que condicionan las políticas económicas con reminiscencias de épocas pasadas. En este libro, Francisco Gracia Alonso, catedrático en la Universidad de Barcelona y experto en historia militar, analiza el impacto social y económico de las Fuerzas Armadas sobre la estructura del Estado español desde principios del siglo XVI hasta el presente y, en especial, el interés de las sucesivas cúpulas militares por imponer su pensamiento sobre la sociedad atendiendo a un único principio: gobernar el caos.
En el año 238 a.C. Cartago inició la conquista de Iberia. Amílcar, Asdrúbal y Aníbal introdujeron los conceptos de la guerra moderna en la Península sometiendo a tartesios e iberos. Cuando veinte años más tarde, tras la toma de Sagunto, Aníbal inició su marcha hacia Italia, un nuevo poder militar se introdujo en Hispania: Roma. Durante los largos años de la Segunda Guerra Púnica, romanos y cartagineses, aliados o enfrentados a iberos y celtíberos, lucharon fieramente por alcanzar la supremacía. Tras su victoria, las armas romanas iniciaron la ocupación sistemática del territorio que no culminaría hasta finales del siglo I a.C. El concepto del combate durante la Protohistoria partiendo del análisis de la guerra heroica y de las estructuras de poder y territoriales del Bronce Final, hasta los sistemas de gobierno jerarquizados y preestatales del siglo IV a.C. capaces de organizar ejércitos complejos basados en la táctica y estrategia de los pueblos mediterráneos. Reclutamiento basado en sistemas de dependencia personal, organización de las tropas, tipologías de armamento, principios estratégicos, tácticas de combate, suministros, avituallamiento, y una nueva visión política, económica y social de la guerra, permitieron a iberos y celtíberos encarar con éxito en muchos casos sus campañas contra las dos principales potencias del mundo antiguo: Roma y Cartago.